Relacionado con mi posteo anterior, el domingo en le turno leia un reportaje respecto a la seudo guerra del 79. Para qe entiendan mejor de los que les hablé. Este reportaje se encuentra en la edición de el diario "El Magallanes" del domingo 23 de diciembre.
Jueves 22 de diciembre de 1978 10:00 horas, aeropuerto “El Tepual”, Puerto Montt. La madera del viejo terminal recibía cálidamente al grupo de aproximadamente 30 personas que con una mezcla de alegría, angustia e interrogantes, abordaría el vuelo 083 de la línea Ladeco con destino a Punta Arenas. Veníamos de Valdivia y éramos en su mayoría estudiantes, habíamos salido alrededor de las cinco de la madrugada en la micro que la línea aérea disponía para el traslado de pasajeros entre las dos ciudades. Era el fin del año académico, iniciado en febrero de 1978.
Tal como seguramente muchos de los que nos habían antecedido, desde un principio nos cautivamos con los colores y olores de ese mes amable en Valdivia, nos encantamos con la Isla Teja, esa verdadera ciudad universitaria que está al otro lado del río donde la “Austral” tiene gran parte de sus instalaciones. En todas partes había magallánicos, Valdivia, la hermosa ciudad a orillas del río Calle-Calle ha representado para muchos de ellos una estación importante en sus vidas. Su históricamente prestigiosa Universidad Austral, o la herencia de aquella sede de la recordada Universidad Técnica del Estado, fueron durante décadas los grandes destinos académicos para los estudiantes de esta tierra. Por eso, no extrañaba la frecuencia del clásico “hola…este…” gritado de vereda a vereda para fundirse en un abrazo y recordar viejos afectos o crear nuevos al calor de una fría cerveza o un humeante café. Disfrutamos de una fiesta mechona apoteósica, animada como todos los bailes universitarios, por el grupo Zarabanda, dirigido por un eximio guitarrista magallánico, el ya fallecido Víctor Biskupovic, a la sazón profesor de música en la universidad y a quien recordábamos como vecino de la población Fitz-Roy y líder del conjunto local “Los Lancers”.
Todo esto fue el inicio de un año académico como cualquier otro, que podría haber sido normal, salvo por un gran detalle que se hizo más patente al llegar al aeropuerto de Punta Arenas, al momento de emprender el viaje a finales de febrero rumbo a nuestro destino universitario. Las ventanas del terminal estaban empavonadas con pintura y la despedida especial con los papás haciéndose los firmes (porque los hombres no lloran) y las mamás entre sollozos deseando que Dios nos acompañe. Los acontecimientos posteriores demostraron que era necesario que Dios no sólo nos acompañara a nosotros, entendimos que era más que un asunto de sacarse buenas notas. Luego, al subir al avión las cubiertas plásticas de las ventanillas estaban abajo y la advertencia de la tripulación fue clarísima: prohibición absoluta de subirlas hasta ya alcanzada cierta altura se diera la autorización, el ambiente no estaba como para hacerse el chistoso.
Las razones de todo esto y de muchas otras cosas que nosotros desconocíamos, radicaba en la agudización de las diferencias con la República Argentina por la soberanía en la zona del canal Beagle, específicamente por las islas Picton, Lennox y Nueva. En enero de ese año los Presidentes Pinochet y Videla se habían reunido por última vez en Puerto Montt, no llegando a acuerdo. Ambas naciones tenían gobiernos militares cada uno con sus propias dinámicas y hechos internos. En Chile, entre otros acontecimientos, se efectúa una consulta nacional respecto de la condena de Naciones Unidas por el tema de los derechos humanos, es reemplazado el general Leigh en la Junta de Gobierno, comienzan las transmisiones de televisión a color y se realiza la primera Teletón, Fernando Ubiergo gana el Festival de Viña del Mar con “El tiempo en las bastillas”. En Argentina el general Jorge Rafael Videla deja la comandancia en jefe del Ejército, y asumiendo a partir de marzo y por un período de tres años la Presidencia de la Nación, en medio de cuestionamientos por la situación de detenidos y desaparecidos políticos. Los trasandinos organizan y ganan el campeonato mundial de fútbol con un equipo liderado por el gran Mario Kempes, quien hiciera gala de sus últimas habilidades en la Segunda División del fútbol chileno, en el club penquista Fernández Vial, donde le pagaban por partido jugado. A nivel internacional destaca el breve mandato de un mes de Juan Pablo I, el “Papa de la sonrisa”, quien sucediera a Paulo VI y muriera en el ejercicio de su función, siendo reemplazado por Juan Pablo II, Vietman invade Camboya y en Italia las brigadas rojas asesinan a Aldo Moro. Mohamed Alí es por tercera vez campeón mundial de box y se estrena el mítico film “Fiebre de sábado por la noche”.
El conflicto parecía inminente y eso, a medida que transcurría el año aumentó la percepción de que algo grande se nos venía encima. Veíamos cómo en Valdivia se empezaron a pintar cruces sobre los techos de hospitales y escuelas, los vehículos de transporte eran empadronados y se les estampaba un número especial en la carrocería. Las noticias que nos llegaban de Punta Arenas eran desalentadoras, hacia fin de año nos contaban de simulacros, trincheras en la frontera, traslados de tropas y mensajes radiales citando a clubes cuyos nombres eran hasta entonces desconocidos.
Nosotros ¿en guerra con Argentina?, una pesadilla. Es cierto que nos sentíamos más patriotas que nadie por habitar en estas soledades, a nosotros nos compraban la tenida dieciochera en la tienda “Ambos Mundos” y los mocasines de parada en la zapatería “Damianovic”, y el corazón era de tres colores en esos septiembres en las ramadas de la Avenida España, porque al fin y al cabo Chile fue descubierto por el estrecho de Magallanes y lo defenderíamos con el alma. Pero nosotros también crecimos leyendo la revista Billiken, comiendo Mantecol y Cremalines y fueron nuestros antepasados peones de estancias al otro lado del alambre. Nosotros cuando el frío nos atropellaba en los inviernos exclamábamos “está helado che…”, y nos llevábamos el “birome” al bolsillo de la “campera” y los más viejos cargaban “nafta” en el “surtidor”. Porque acá, en el sur, razones históricas, culturales y geográficas generaban lazos con nuestros vecinos, respetando las legítimas diferencias, y si bien es cierto, más de algún encuentro deportivo internacional terminaba a “combo” limpio, era imposible aceptar, ni siquiera imaginar una guerra.
En esos años no existían las comunicaciones fluidas de este tiempo, no había internet y las llamadas de larga distancia eran un lujo al que pocos podían acceder, por otra parte, los diarios, las radios y la televisión no siempre informaban a tiempo. En general, se sabía que fueron inútiles todo tipo de gestiones diplomáticas efectuadas a lo largo de ese año, la mala suerte parecía estar echada cuando finalmente el 21 de diciembre en la noche, se sabe que los gobiernos chileno y argentino aceptan una misión de paz del Vaticano para enfriar el conflicto…el 22 de diciembre según cuenta la historia estaban programados los primeros ataques a las ciudades chilenas de Punta Arenas, Santiago y Valparaíso. Precisamente fue en la madrugada de ese día cuando el grupo de los que estábamos en Valdivia emprendimos el regreso, y como era la costumbre, salimos alrededor de las cinco de la mañana rumbo a Puerto Montt en la micro, obviamente las conversaciones giraban en torno a la noticia de arreglo del conflicto, pero todos nos preguntábamos si sería definitivo. Arribamos sin novedad a Puerto Montt y faltando quince minutos para las once abordamos el Boeing 727 de Ladeco, en el avión nos encontramos con los que venían de más al “norte”, cada uno de ellos con sus propias historias, cada uno con su propia interpretación de lo que estaría pasando en nuestra querida Punta Arenas. En medio de la confusión y en nuestra imaginación cabía la posibilidad de que ese avión no llegara a Punta Arenas, cabía la posibilidad de que no llegara a ninguna parte, quizás nos encontraríamos con una ciudad sitiada o tal vez y era lo que más deseábamos, el fantasma de la guerra se esfumaría para siempre. En alguna oportunidad muchos de nosotros habíamos conversado con nuestros padres la alternativa de quedarnos en Valdivia, donde aparentemente en caso de haber conflicto sus consecuencias nos serían inmediatas, pero la tierra madre llama y evidentemente en caso de pasar algo preferíamos perpetuarnos en el coirón y no en la araucaria.
El vuelo desde el punto de vista técnico y meteorológico se desarrolló en condiciones absolutamente normales, pero no era eso lo que nos preocupaba, no había chiste, canción, trago, ni comida que nos sacara de la cabeza nuestro deseo de abrazar la tierra, de llegar al hogar, de sentir que podíamos vivir en paz en esta amada Patagonia. El vuelo fue eterno, pero respiramos más tranquilos, cuando a la altura de Puerto Natales, empezó el descenso, luego el seno Skyring, más allá, seno Otway y a continuación la advertencia, bajar la cortina plástica de la ventana, lo cual era verificado personalmente por las azafatas.
Ese día a las 13:00 horas tal vez como nunca sentimos en lo más profundo del corazón el contacto de las ruedas del avión con esta tierra nuestra, con esta tierra que llevamos de por vida en los zapatos. Luego en el edificio del aeropuerto, los abrazos, los deseos, de que nunca pero nunca más la guerra debía ni siquiera pisarnos los talones, la emoción y las lágrimas en los rostros de nuestros familiares. Dios nos había acompañado una vez más, sería de tanto rogarle (“Sólo le pido a Dios, que la guerra no me sea indiferente...”), ahora nos tocaba a nosotros. El almuerzo de ese día, la mesa de ese día estaban dispuestos para los brindis, el aperitivo con nuestro criollo pisco sour (“Hecho por manos de chilenos”) y el bajativo con Fernet Branca (Industria Argentina)…como siempre, como en la Navidad del ‘78 y el año nuevo 1979.
Fuentes de consulta:
- Romero, Luis Alberto: Argentina, una crónica total del siglo XX. Editorial Aguilar, Buenos Aires, 2000.
- Orellana, Carlos: El siglo en que vivimos. Editorial Planeta, Santiago, 1999.
25 de diciembre de 2007
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1 comentario:
Es impresionante leer el articulo y no pensar en lo que pudo haber pasado si ese 22 de diciembre hubieran atacado valpo, stgo y tu punta arenas. siendo paises vecinos, el amor-odio "existente" lejos nos une mas. siempre he pensado q vivimos en una tierra libre de problemas, grandes catastrofes, y atentados... o sea... en el poto del mundo... entonces.... xq alimentar la guerra si somos felices asi?
imagino los dias claves de la gente en esa epoca (cosa q no vivi xq aun no nacia) y especialmente de los q vivien en los terrenos limitrofes, mientras q los demas continuaban con una vida "normal" a los que ocurria.
eso es seguir haciendo patria, y no por un par de banderas, sino por una hermandad de una misma tierra dividida por una linea imaginaria.
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